Curriculum Raúl de la Mota


Apellido y nombre: de la Mota Raúl Argentino.
Lugar y fecha de nacimiento: San Juan: 17/10/18
Estado civil: Casado con Berta Rapaport ; hijos :Graciela, Adriana y Roberto
Título: Fruticultor – Enólogo, egresado de la Escuela Nacional de Fruticultura y Enología en 1945. Título N° 1.

La Escuela de Fruticultura y Enología de la Nación, dependía por entonces de la Dirección Nacional de Enseñanza Agrícola del Ministerio de Agricultura de la Nación. Sus orígenes se remontan al año 1853 cuando el Gobierno de Mendoza de los señores Pedro P. Segura y Vicente Gil, a instancias de Domingo F.Sarmiento, crean la primera Quinta Normal en Argentina y cuyo primer Director sería Michel A. Pouget, introductor en este país de las primeras cultivares de la Vitis vinífera L. europeas, conjuntamente con otras numerosas especies vegetales, difundiendo igualmente en nuestro medio el sistema de conducción de la vid en contraespaldera baja y la poda Guyot doble, empleados en los viñedos que habrían de implantarse, particularmente en Mendoza, en reemplazo de las antiguas cepas criollas creadas por el colonizador español.

Durante la Presidencia de Domingo F. Sarmiento, se dispuso la enseñanza profesional de la agronomía, en los colegios nacionales de Salta, Tucumán y Mendoza.. En 1876, por Ley 763, subsiste únicamente la Escuela de Agronomía de Mendoza, funcionando en las instalaciones de la Quinta Normal, Escuela que 1897, por Decreto del P. E. de la Nación, se transforma en Escuela Nacional de Vitivinicultura, anexa a la Quinta Agronómica. En 1939, al crearse la Facultad de Ciencias Agrarias, dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo, el P.E. de la Nación dispuso el traslado de esta Escuela a la Provincia de San Juan, bajo la denominación de Escuela de Fruticultura y Enología de la Nación, conjuntamente con su cuerpo de profesores y parte de su personal administrativo y obrero.

Este cuerpo de profesores, estaba por entonces constituído por un selecto grupo de ingenieros agrónomos, especialistas doctorados en ciencias naturales y agrarias, destacados enólogos procedentes de escuelas europeas y de la ex Escuela de Vitivinicultura antes mencionada. A mi juicio, que, con el suceder de los días se confirma, fue esta la época más sólida y brillante de la enseñanza de la vitivinicultura que tuvo nuestro país, no solamente por la autoridad y competencia de sus profesores, sino, y sobre todo, por la entusiasta y apasionada vocación que por la vitivinicultura lograron despertar en la mayoría del alumnado. Hasta hace poco tiempo, cuando estando aún en Bodega y Cavas de Weinert, solía hacer largas caminatas por las calles de Chacras de Coria, mientras iba de camino venían aún a mi memoria recuerdos como la sistemática del Género Vitis, las disputas de Louis Pasteur sobre la generación espontánea o las memorables lecciones de Antonio Sannino sobre los vinos de lujo. Lamentablemente, esta Escuela para mi´ ejemplar, quedó sepultada bajo los escombros del terremoto que en enero de 1944 asoló a la ciudad de San Juan.

Un mes antes , en diciembre de 1943 yo había terminado de cursar mi carrera de enólogo. Dos meses más tarde, bajo la dirección de quien fuera mi profesor de enología, el Dr. Mario Bidone, egresado de la Escuela de Enología de Conegliano (Treviso – Italia), laureado en Ciencias Agrarias en la Universidad de Bologna, inicié mi primera vinificación en una importante bodega que mi profesor, en sociedad con un empresario, habían alquilado en el Departamento mendocino de Junín, con el compromiso de elaborar aproximadamente 2 millones de litros de vinos tintos, con destino a la imponente bodega Giol.

En compañía del Dr.Bidone recorrimos por entonces el extenso viñedo mendocino , constituído mayoritariamente por unas 50 mil hectáreas de Malbec, indispensable para nuestra finalidad comercial. Durante su vinificación, conocí las excepcionales cualidades enológicas de esta variedad. La exigida dedicación que me fuera impuesta en esta vinificación por mi maestro en esta vendimia y en la conservación de los vinos por el resto del año, me obligaron no solamente someterme a inusual empeño, sino igualmente profundizar mis nociones sobre la vitivinicultura, bajo la dirección y auxilio de la valiosa biblioteca del Dr. Bidone.

Durante los años 1945 – 1946 efectué otras vinificaciones esta vez por mi cuenta. Pero sus magros resultados económicos y la novedad de mi matrimonio, me obligaron buscar otras actividades más lucrativas o por lo menos mejor retribuídas.

Cuando en 1956 regresé a Mendoza, a poco de llegar ingresé como enólogo en Bodega Flichman. Durante los seis años que permanecí en ella, comencé como enólogo para terminar asumiendo la dirección administrativa y de los viñedos que poseía esta empresa en el Distrito Las Barrancas del Departamento de Maipú. Fue ciertamente esta una de las épocas más fecundas de mi carrera de enólogo, por cuanto en compañía de mis amigos del INTA: José Vega y Alberto J.Alcalde, reconocidos especialistas de la viticultura, enriquecí cuantiosamente mi versación sobre la viticultura, como asimismo, con mucha libertad, pude introducir cambios en las labores culturales de los viñedos, corregir la estructura de sus suelos, introducir nuevas variedades de la vid, al par de numerosas experiencias de vinificación. Con el decidido apoyo de Don Isaac Flichman y su entusiasmo por jerarquización cualitativa de sus vinos, lanzamos por aquellos días al mercado un estupendo Cabernet- Sauvignon bajo la marca “Caballero de la Cepa”. Durante muchos años, el vino comercialmente más prestigioso y caro del país.

En 1962, ante la necesidad de facilitar la educación de mis hijos, debí abandonar el humilde villorio de Las Barrancas y con ello Flichman, para ingresar a la inmensa y caracterizada Empresa que era por aquellos años Viñedos y Bodegas Arizu S.A, del Departamento Godoy Cruz aledaño a la ciudad de Mendoza. En dicha bodega se elaboraban y preparaban los más variados tipos de vinos. Desde el modesto de consumo corriente a los espumantes obtenidos por el método “champenoise”, pasando por los reservas, finos y licorosos. Ha sido este , sin duda, mi mayor desafío profesional, pero lo acometí con energía y mucho entusiasmo, particularmente porque al cabo de catorce años, logré una paulatina transformación técnica y superación cualitativa de su múltiple y cuantiosa producción.

Contaba ya por aquel tiempo, además de mis experiencias en Flichman, con la relación epistolar que había logrado con dos de los más grandes maestros de la moderna enología científica: Jean Ribereau-Gayon y Emile Peynaud. Del primero, estando en Flichman , accedí a su “Traité d¨Oenologie” editado por Béranger en 1950, y luego los tres tomos publicados con E.Peynaud en 1961.

Hacia 1965, en oportunidad de mi primer viaje a Europa, encontré a ambos y su prestigiosa Facultad de Enología, empeñados en una lucha frontal contra el empirismo vinícola que aún reinaba no solamente en muchas de las grandes casas del Médoc, sino igualmente en el resto del mundo vitivinícola. La primer cuestión, quizá la más difícil, era la de introducir la noción de “uva madura”. Es decir, hacer comprender a los bordeleses y compañía, que por madurez había que entender no solo una mayor acumulación de azucar en la baya de uva, sino, y lo más importante, la acumulación indispensable de un conjunto de constituyentes, que actualmente, algunos de ellos, se agrupan bajo la denominación de polifenoles., Pero tambien habían iniciado la difusión de la importancia que para las regiones vitícolas, sobre todo septemtrionales, tiene la fermentación maloláctica, como por otra parte escuché de Peynaud, sus medulosos conceptos sobre el proceso de la maceración en la vinificación en tinto. Este viaje, por otra parte, me facilitó el conocimiento sobre las complejas y admirables enologías empleadas en las regiones de los Vinos Verdes y la del Douro en Portugal y Jerez de la Frontera en España, a las cuales debo agregar la fortuna de haber conocido en esta oportunidad a un esclarecido maestro de la enología “champenoise”: Renaud Poirier , quien generosamente me confió valiosos detalles sobre este proceso de vinificación tan particular y complejo.

En 1976 Bernardo Weinert, un transportista de origen brasileño, me ofreció la ocasión de reconstruir e innovar tecnológicamente a mi libre criterio, una antígua bodega del Departamento de Lujan de Cuyo. Pude en efecto planificar y realizar un conjunto de reformas edilicias y mecánicas que en 1977 dieron por resultado la bodega más moderna y funcional de Mendoza, concebida totalmente para lograr vinos de más alta calidad.
Con mis amigos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), de la Estación Experimental de Lujan de Cuyo, comenzamos por reconocer los mejores viñedos de la zona, caracterizados por su pureza varietal y su emplazamiento dentro de la más adecuada ecología, rendimientos unitarios, etc. Conseguí acordar con sus propietarios una época y modalidad de cosecha, inusual hasta entonces. La uva debía arribar a la bodega en pequeñas cajas, de no más de l5 kg de capacidad, para ser volcada directamente en la tolva de una máquina descobajadora- estrujadora, que hicimos diseñar especialmente para ello. La vasija de fermentación en tinto estaba dotada de una estructura particular, apropiada para facilitar la maceración de los sólidos de la uva y descube del vino fermentado mediante bombeo. Las vasijas para la elaboración de vinos blancos y rosados se ubicaron en cámaras refrigeradas, adecuadas para fermentar y conservar los vinos a bajas temperaturas.

La antígua bodega tenía dos bellas cavas, pero su reconstrucción nos permitió agregarle cuatro más, donde instalamos aproximadamente un millón y medio de litros de capacidad en magníficos toneles de roble, que había seleccionado en añosas y prestigiosas bodegas del pasado mendocino. Cuando los vinos tintos habían cumplido la fermentación ML, descendían a estas profundas cavas donde iniciaban su lenta maduración.

En 1993, al aparecer en los EE.UU de América, la tercera edición de la Parker´s Wine Buyer´s Guide” en la página 1076, bajo el sub-título ¿ Se levanta una estrella en Sud América ¿ , tras elogiar el Cabernet-Sauvignon “Caballero de la Cepa, se detiene extensamente con medular y cálida aprobación en los vinos en aquel tiempo producidos por Bodega y Cavas de Weinert. Desde el sencillo y afamado “Carrascal” tinto al suntuoso “Cavas de Weinert”. Los elogiosos comentarios de Robert Parker Jr, confirmaban así la consagración cualitativa de estos vinos tanto en el mercado nacional como internacional.En 1977 me retiré de esta bodega dejando en ella vinos inestimables, como un Malbec elaborado en 1977 contenido aún en seis toneles o un Cabernet – Sauvignon de 1979, más numerosas estibas de magníficas botellas.

Cabría preguntarse cuales fueron mis actividades durante los diez años que median entre 1946 y 1956. Desempeñé importantes funciones en los gobiernos de las provincias de San Juan y La Rioja. Por otra parte miembro de instituciones de relieve como en el Instituto del Vino dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo: del Consejo Nacional Directivo de Industria Vitivinícola. Presidente del Centro de Enólogos y Federación Argentina de Enólogos durante largos periodos. Director Técnico de la OLAVU; expositor y presidente de comisiones en diversos congresos de la OIV; miembro de la American Society of Enologist de USA; miembro Honorario de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos-Enólogos de Chile; Socio Extranjero de la Accademia Italiana della Vite e del Vino. Autor de numerosas publicaciones técnicas co-autor de la Enciclopedia dei Vini del Mondo – A.Mondadori (Italia) 1979.

Actualmente asesor o consejero de algunas bodegas. Entre las más importantes: Bodega Cruz de Piedra ( ex San Telmo) en Mendoza y H:Canale en Río Negro. Sigo estudiando la viticultura y la enología como en 1944, sumergido en la voluminosa información que traen las nuevas obras especializadas, sobre todo las contenidas en una diversidad de revistas. Estudio con verdadera fruicción autores como L.Levadoux y M.Frugoni, su penetración en los arcanos de la viticultura son inapreciables, pero mi mayor placer es frecuentar los clásicos griegos y latinos. Es encantador leer las recomendaciones de Hesiodo sobre la época de vendimiar de acuerdo a la posición de las constelaciones o la definición de Vitruvio sobre la influencia del terruño en los vinos. Los consejos de Columela respecto a las labores culturales del viñedo o las Plinio el Viejo respecto al mantenimiento de la bodega, lejos de árboles como las higueras, barrerla dos veces al día y asi mismo perfumarla. Ciertamente, la vitivicultura es una de las más bellas manifestaciones de la civilización y sus raices culturales son de un vigor incomparable.

Raúl de la Mota. Mendoza: 11/11/02

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